Este proyecto nace, en parte, de la evolución de nuestra relación con el paisaje. En trabajos anteriores, se mantenía como único protagonista y, al tiempo, como nuestra herramienta para abordar temas relacionados con la ambigüedad (Nindus, 2011), el vacío (Da-dark, 2011) o el olvido (Frido, 2012-2013).
En Dai, el paisaje se compaña de otros personajes, de manera que pasa a ser un testigo silencioso e incluso un cómplice de hechos terribles cometidos por el hombre. Su lejanía, su aislamiento y su silencio convierten estos parajes en encubridores de los acontecimientos más oscuros. Son estos lugares, capaces de guardar secretos y ocultar sucesos, los que construyen esta historia.
El proyecto arranca en el 2013, movido por la tristeza y la indignación que producen en nosotros ciertos hechos violentos que son de dominio público en ese momento. Comenzamos a buscar más datos sobre ello y esto nos lleva a ampliar nuestra investigación, tanto en ámbito como en profundidad, y a descubrir y documentar gran cantidad de muertes y desapariciones ocurridas en nuestro país a lo largo de los años. El proyecto va tomando forma y se define al encontrar ese denominador común a tantas de las historias que es el paisaje mudo, que calla y otorga al mismo tiempo, que oculta y silencia.
Las fotografías que conforman Dai muestran escenas construidas y abiertas a la interpretación que incluyen algunos elementos clave de esos asesinatos, pero en las que se ha evitado, de manera intencionada, aportar los datos sobre el crimen que cada una de ellas representa. Muchas de estas muertes conllevaron un enorme despliegue mediático en su momento, especialmente interesado en desvelar sus detalles más sórdidos. Por ese mismo motivo y como una reacción hacia él, se ha evitado avivar ese tipo de curiosidad. Pero todas las imágenes tienen una historia real detrás.